viernes, 15 de junio de 2018

Visto y no visto


Fue un partido muy intenso que ninguno de los participantes olvidará jamás. El gran favorito era Alemania frente a la primera selección africana que alcanzaba la final del Mundial de fútbol. Representaba la imaginación, la ingenuidad y la indisciplina, todo lo que los prejuicios asocian al continente.

En el último minuto de descuento, apenas quedaban segundos para el pitido final, el equipo de Nigeria marcó. Había sido una jugada maravillosa, nunca vista antes, casi de otro mundo.

Apenas un segundo después del gol, el árbitro interrumpió el juego. Le avisaban desde el VAR que había ocurrido algo inaudito: la señal de televisión mostraba claramente que el balón no había golpeado con violencia las redes, que el portero no lo había tenido que desenredar para recogerlo. Millones de espectadores de todo el mundo no habían cantado goal, but, gol. Solo los 80.000 asistentes en directo.

La decisión estaba clara y se le hizo llegar al árbitro por el pinganillo: el tanto no había existido. Sacaría con su mano el guardameta. Se comunicó a los presentes a través de los videomarcadores del estadio. Los silbidos fueron acallados por la repetición de la jugada, la misma que se había visto en el resto del planeta. Recorrió las gradas un murmullo estupefacto, pronto atemperado por la insistencia de la repetición desde todos los ángulos posibles.

Gracias al país organizador, hubo un apagón en Internet que duró un tiempo indefinido. Ni la sorpresa ni la indignación salieron del estadio. Los corresponsales deportivos se rindieron pronto a la evidencia: comentaron la repetición como si les fuera la vida en ello. Las crónicas taparon la verdad con adjetivos épicos habituales entre periodistas. Dice la leyenda que algunos nunca regresaron. Nadie los echó en falta.

En la prórroga ganó el favorito. Los nigerianos lloraban desconsolados, golpeados por algo superior al destino y ajenos a los deportivos gestos de los germanos. El cielo bendijo el resultado con una lluvia de confeti. Los líderes en el palco se felicitaban con muestras de satisfacción. Al día siguiente subieron las bolsas, hubo una reducción de impuestos y Apple sacó otro invento inútil.

Aún hoy se grita el gol de Nigeria en los gulags.