sábado, 10 de noviembre de 2018

El último Día

No sé si el Gato trajo su apelativo de México o lo adoptó en Madrid. En su honor, el grupo de amigos que frecuentamos el Callejón del Cuatro, su bar, lo llamamos el Callejón del Cuate. Es tradición que lo cierre el Día de Muertos y nos invite y celebre y nos cuente. Creo que todo el árbol de sus antepasados ha pasado ya por el barroco altar; para cada uno tuvo un relato o una satírica calaverita llena de ironías y ripios. Siempre lo coloca al fondo a la izquierda, enfrentado al servicio. Llegar a él supone seguir una larga madera llena de tequilas, mixturas y otras bebidas espirituosas. No siempre lo conseguimos todos.

Este 2018 no fue menos o fue más, dijo Mariano, ya que conmemora el Gato sus 15 años de “infeliz madrileñato”. En la barra no queda espacio para un vaso, una botella, una fuente o medio bol, prieto todo para tomar a dos manos. El primer convidado que alcanza el altar, ayudado por la ausencia de uno de sus brazos, queda de piedra. Lo vemos vacilar entre la alegría y el duelo. El tercero soy yo. No me extraña la ausencia de retratos dentro de los decorados marcos, ni las lloronas velas, sino los juegos de luces que los vidrios multiplican.

Oigo que, desde el fondo, brinda el inmigrante: “No se molesten por los espejos, ni porque vayan a morir, solo quería expresarles mi más perdulario afecto”. Todos levantamos los vasos a media altura viéndonos doblemente reflejados, con caras deformes que crean el alcohol, los cristales cóncavos y la fácil emoción.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Lágrimas de colores


Les envío la foto de mi altar como un saludo, aunque ellos ven provocación. Molesta mucho a mis padres que no siga al pie de la letra las tradiciones de México. Les cuesta transigir con lo que siempre llamaron “mis originalidades”.

En cada fecha respondo que llevo más de veinte años aquí, que me perdonen.

Pero les incomoda que no disponga junto a los adornos el retrato del abuelo Nicolás o una foto sepia de la tata Marcela, tan queridos. Y les subleva que sustituya los verdaderos muertos por esas añejas imágenes de cómo eran ellos dos cuando yo fui su niño, antes de que el mar nos partiese.

No quieren ver que la verdadera ausencia que necesito honrar es la suya.