Cogió
el libro, lo abrió por el final y comenzó a leer. En francés tenía la
voz más grave, mucho más segura, como si se sintiera más ella. Apenas
fueron unas frases, no recuerdo si lo comprendí todo. Sí el efecto del
sonido, tan modulado y musical. «Es muy hermoso ¿no?». «Mucho».
Años después leí el libro entero, ya lo he olvidado. Después de ese después, encontré el París que no acababa nunca de un Vila-Matas que tuvo a la autora como casera. Mi sonrisa recuerda su mención al inalcanzable francés grand style que ella gastaba para expresarse.
Años después leí el libro entero, ya lo he olvidado. Después de ese después, encontré el París que no acababa nunca de un Vila-Matas que tuvo a la autora como casera. Mi sonrisa recuerda su mención al inalcanzable francés grand style que ella gastaba para expresarse.
En un tercer después, para un mensaje de voz, decidí elegir el mismo fragmento, ahora
en español. Esperaba sentirme tan seguro como quien me lo leyera 25
años atrás. Hace poco lo he reenviado, por mor de un fotograma casual. Y
de esa sucesión de luegos solo quedan las palabras.
Son de Marguerite Duras y conforman el final de su novela El amante.
Son de Marguerite Duras y conforman el final de su novela El amante.