jueves, 3 de noviembre de 2016

Alma sin refugio

 Exposición: La Poética de la Libertad
Acaricia los nombres que se suceden en el mapa. Su dedo índice los recorre llevado por el mismo azar, por el mismo orden desarbolado que decidía su rumbo en aquellos días. Marsella, Aviñón, Narbona, Carcasona, Burdeos, Biarritz, Bayona, Biarritz otra vez, Hendaya, San Juan de Luz, Orthez, Pau, Lourdes. Permanece en el de Lourdes un instante, cierra los ojos y suspira. Hasta entonces ha escrito sus memorias como quien escribe un panegírico, o así lo recordaba yo. 

Mi memoria también conservaba imágenes de distintos episodios: Su marido Franz perdiendo los nervios. El dinero que llevan gracias a ella. La noche pasada en un lupanar vacío. La contabilidad de las propinas, los pagos y las estafas. Su preocupación por las partituras que lleva en el equipaje, de Bruckner y de Mahler, su ex. El arquitecto Gropius, otro ex, había quedado al principio, casi en el anonimato. “Si esos nombres me quisieron, sería por algo”. Escribió hombres, pero el objetivo de mi  escrito era manipular, a la luz de unos recuerdos llenos de sombras. 

No hay mayor rencor que el de un lector con sus expectativas defraudadas. En su día había abordado las memorias de Alma esperando encontrar la chispa divina que la hacía diferente y sólo hallé una burguesa posando ante la posteridad. Creo que esta conclusión anduvo royendo mis recuerdos para dejar sólo aquéllos que la justificaran de pleno. Volví a leer la obra para cimentar mi tesis, para repasar los topónimos y ordenarlos correctamente y poder escribir con un camuflaje de empatía: 

Alma acaricia los nombres que se suceden en el mapa. Su dedo índice los recorre llevado por el mismo azar, por el mismo orden desarbolado que decidía su rumbo durante aquel verano de 1940. Marsella, Aviñón, Narbona, Carcasona, Burdeos, Biarritz, Bayona, Biarritz otra vez, Hendaya, San Juan de Luz, Orthez, Pau, Lourdes. Hacia delante y hacia atrás, siempre. Al azar del alojamiento, del medio de transporte, de la busca de un visado para salir de Francia, de un salvoconducto para permanecer en el país, al azar del avance alemán que parece perseguirles. 

La uña choca una, otra vez contra la barrera de los Pirineos. Sólo en Lourdes se afloja la tensión y se vierte en lágrimas, como entonces, cuando las escondió en la emoción de comulgar. Apenas le quedaba su identidad y su música, que nadie de los feligreses conocía. Pero notaba la paz de sentirse en comunidad, a pesar de saberse extraña a todos. Llora con vergüenza por todo lo que se le junta dentro. “Maldita educación centroeuropea a base de golpes”, lamenta sin alzar la voz, por escrito, con discreción amaestrada. 

“A base de golpes”. Mientras lo releo noto una bofetada sonora, me doy de bruces contra mis prejuicios. Sólo entonces abro la mano, dejo de asfixiar sus recuerdos, los empiezo a contener en mis palabras: 

Alma no los iba a escribir, por la dignidad que le viene impuesta desde la infancia, pero revive los nombres que le sugiere el plano: lágrimas, hambre, suciedad, incertidumbre, cansancio, sed, asco, desesperación, miedo. Y rumores, rumores que socavan cualquier estabilidad posible, que imposibilitan toda certidumbre.

Por primera vez reconozco en sus memorias, hacia delante y hacia atrás, los paisajes repetidos que derrotan a cualquier refugiado: como la estación de tren de Burdeos, abarrotada de confusión, de desterrados, un cúmulo de seres varados con sus desesperaciones individuales, con un fondo inútil de silencios o de gritos, aplastados todos bajo la misma presión contra los andenes. Otro lugar: el coche parado en medio de la carretera, de la noche; no pueden seguir circulando y duermen allí. Un paisaje de humanos que les ayudan, otros que les desdeñan. Y ese lugar de paz que se resisten a abandonar, polillas atrapadas por una bujía. Dos semanas visitando de continuo la gruta. El judío Franz Werfel lee todo lo que encuentra sobre la santa y promete dedicarle una novela. Si se salvan.

Desde Lourdes volvieron a Marsella, vía Toulouse, a alojarse en un hotel a la misma hora en que se llegaba una comisión alemana. Gracias a las artimañas del director hasta pudieron convivir, a escondidas, con la Gestapo. El azar define a sus acompañantes (como Golo, un hijo de Thomas Mann), que también comparten los hermosos paseos por la playa. El 12 de septiembre creen contar con los medios suficientes para dejar Francia. “Durante nuestra huida todos los trenes salían entre las tres y las seis de la mañana”, constata Alma como resumen de sus nítidas pesadillas. También en ferrocarril siguen de Perpiñán hasta Cerbère. Entre ambas paradas queda Colliure, que guarda desde el año anterior un frágil pedazo de España. “Herida sangrante”, Mahler-Werfel define en dos palabras un país destripado por la guerra. Tienen la intención de atravesarlo para llegar a Portugal. 

La suerte que no habían recibido antes se vierte en ambas faldas de la frontera, aunque por momentos les pese el número 13 que bautiza el día. Los obstáculos no les impidieron llegar a Barcelona, después de traspasar las montañas a pie, avanzar, retroceder, y sellar al fin sus papeles en el puesto de Portbou. El mismo Portbou donde se suicidó Walter Benjamin tras ser detenido por la policía española. Fue un veintitantos de septiembre, cuando Alma y Franz ya terminaban el periplo que desde Lisboa los conduciría en barco hasta Nueva York.

2 comentarios:

  1. El origen de esta entrada fue una propuesta que le hice a @martinllade para que compusiera (para su programa #SDLM) un relato sobre los refugiados sirios. Pero un día decidí que debía construirlo yo. Repasando la vida de diferentes músicos, a la manera de Martín, recordé el largo episodio de la huida de Alma Mahler-Werfel, el único que recordaba como memorable de todas las impresiones que agrupa bajo el título “Mi vida”. Por desgracia, el resultado revela más mis dificultades para enfrentarme a su texto y a mis recuerdos que la verdadera tragedia que supone abandonar un hogar atravesando la indiferencia y hostilidad de tus semejantes. Pero es todo lo que alcanzo a contar con mis medios y en conciencia.

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