domingo, 7 de enero de 2018
Cuento con 17 tuits clásicos
25 de diciembre, fun, fun, fun y están enterrando a su padre, Antonio Alegría García 1936-2017. Sin frase lapidaria, conforme a su seriedad.
Por el rabillo del ojo cree ver una carretilla de ruedas gigantes que carga un ataúd. La siguen dos personas. “Un pocosfollowers, pobre”.
Antonio Bis tamiza su mundo disperso con el cedazo de Twitter. Compensa la soledad con intensismos y poemas-basura equivolcados en su blog.
Y con fotos de muy mal gusto que difunde por líneas privadas. Casi son peores las que no contienen trazas de su ajada anatomía.
Subido en la escala, el albañil da un último yeso a la lápida. Les tocó un nicho tan alto que imposibilita el selfie de adiós muy buenas.
Bis se había prohibido transmitir la agonía, el escaparate tanatorial y el seco entierro. Los tuits que casi escapaban los censuró a tiempo.
Despide cortés a los presentes. Un apretón de manos, un par de besos. La mayoría no trató a su padre y viene en tardío homenaje a su madre.
De profesión profesora, había muerto un año y medio antes, en pleno agosto. Casi todos sus compañeros estaban fuera de vacaciones.
Un espontáneo interrumpe la línea de sus pensamientos. “¿Qué? ¿qué me decía?”. El tipo insiste en que podía haber cantado la salve rociera.
Apenas comprende el sentido de la frase, ni ve adecuación folclórica alguna. “Habría sido mejor una jota, ¿no cree? O un villancico”.
No lo dice en broma. No entiende chistes ajenos, ni los que esboza la vida. Lo suyo son tuits con la limpieza y profundidad de un charco.
A salvo ya de la gente, camina hacia el nicho de su madre. Los ha separado en la muerte como lo estuvieron en vida. Llega en diez minutos.
Cuatro o cinco notas repetidas irrumpen en su escena de paz. Música de Beethoven en el teléfono. La llamada del destino, elegida sin humor.
Es el aviso de que se está quedando sin batería. Suele ponerse nervioso cuando no cuenta con un móvil donde volcar sus tontas egorroides.
Mira la pantalla. Es demasiado tarde para evitar que se apague. Antonio Bis está desenchufado del todo, como su padre al fin. Desenchufado.
Debe de ser el frío aire navideño, la alegría de saberse del todo huérfano, la provinciana foto del rostro materno sobre la lápida.
O es la estúpida coincidencia de los participios lo que le hace tanto bien, lo que (desenchufado del dolor) le hace reír a carcajadas.
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