A
veces, la lucidez me llega sin trazas de alcohol, sin selfies, ni
postureo. Es más real, no necesita espejos, brindis, grandilocuencia. Se
fija en pequeñas cosas que fueron muy grandes; las resalta con una
sonrisa triste, alza los hombros. "Es lo que hay". No contempla
esperanzas pero halla consuelos.
"¿Recuerdas que pensabas que no ibas a volver a sentirlo, que estabas más allá del amor?".
Desatiendo mi reflejo en el agua del vaso, la miro con mis lentes de lágrimas.
Le contesto: "Es verdad".
Me dice con sencillez: "Pues ya ves que no".
Y no hay desconsuelo, ya ves, sino consuelo.